domingo, agosto 30, 2009
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Delsa Solórzano: Insumisos
El Diccionario de la Real Academia Española DRAE- indica cuatro definiciones para el vocablo “sumisión” (palabra que deriva del latín submisso), a saber: 1. f. Sometimiento de alguien a otra u otras personas. 2. f. Sometimiento del juicio de alguien al de otra persona. 3. f. Acatamiento, subordinación manifiesta con palabras o acciones. 4. f. Der. Acto por el cual alguien se somete a otra jurisdicción, renunciando o perdiendo su domicilio y fuero.
La sumisión es profundamente antidemocrática, porque ella supone sometimiento de unos muchos a las órdenes de otros pocos, aun cuando esas instrucciones vayan en contra de los mandatos de la Constitución, de los derechos de los ciudadanos y de los más elementales y excelsos principios republicanos. Eso lo tenemos muy claro.
La sumisión supone obediencia ciega, subordinación silente, subyugación a mandatos indignos y rendición ante las botas de quienes desean imponer por la fuerza a las gentes algo que les conviene (a ellos) para reservarse el poder omnímodo y aplastar la conciencia social. La sumisión la ejercían los señores feudales sobre los siervos de la gleba en tiempos del oscurantismo de la Edad Media. Siglos han pasado desde esas eras en las que los seres humanos creían que la vida en este planeta, si sufrida y cargada de dolores, garantizaba el ingreso al cielo para compartir la eternidad con santos, arcángeles, la Virgen María y la Santísima Trinidad. Este gobierno, que pomposamente se declara “humanista”, que tanto pretende pontificar y dictar cátedra al respecto, bien haría en comprender, si la escasez neuronal se lo permite, que en el Humanismo no cabe la sumisión, ni aún disfrazada de sonrisas. Que imponer la sumisión es asunto de fascistas, de esclavistas de estos tiempos modernos.
Ser insumisos no nos convierte en delincuentes, aunque así lo asevere tan falazmente el ministro Héctor Navarro, quien sí es un sumiso vergonzante. Al Ministro hay que decirle que, muy por el contrario, ser insumisos nos convierte en ciudadanos solidarios y reverentes de los mandatos de la Carta Magna.
Advierte el ministro Navarro que quienes no aceptemos y obedezcamos la antidemocrática Ley de Educación ello nos acarreará sanciones y cárcel. Lo dice en palabras gagueadas, con ese tono y ausencia de modulación en el lenguaje que distingue a quienes creen que disfrazan su ignorancia hablando rapidito. ¿Rejas para al menos unas 10 millones de personas entre padres y madres, estudiantes mayores de edad, maestros y profesores? Ante la declaración del Ministro, con indisimulable tufo a oligarca rancio de la época provincial en la que en Venezuela había esclavos, le preguntamos: ¿dónde pondrán el Gulag?